Tú que piensas que no creo cuando argüimos los dos , no imaginas mi deseo , mi sed , mi hambre de Dios ; ni has escuchado mi grito desesperante , que puebla la entraña de la tiniebla invocando al Infinito ; ni ves a mi pensamiento , que empeñado en producir ideal , suele sufrir torturas de alumbramiento . Si mi espíritu infecundo tu fertilidad tuviese , forjado ya un cielo hubiese para completar su mundo . Pero di, ¿qué esfuerzo cabe en un alma sin bandera que lleva por dondequiera tu torturador ¿quién sabe ?; que vive ayuna de fe y, con tenaz heroísmo , va pidiendo a cada abismo y a cada noche un ¿por qué ? De todas suertes , me escuda mi sed de investigación , mi ansia de Dios , honda y muda ; y hay más amor en mi duda que en tu tibia afirmación . |